El padre en el parto instrumentalizado
Ya me he empezado a leer los consentimientos que tengo que firmar y las normas de mi hospital, y hay un par de cosas que no me han gustado demasiado.
Para empezar, el padre no puede estar presente si hay cesárea o si es un parto instrumentalizado. Esto es una norma que no entiendo, supongo que alguna razón habrá, pero no llego a encontrarla.
En el caso de la cesárea supongo que los tiros pueden ir por la preservación del ambiente estéril del quirófano. No lo llego a entender del todo, ya que con seguir las mismas indicaciones que sigue todo el personal médico que entra allí (y no son pocas personas precisamente las que entran allí) creo que bastaría… Que le hagan lavarse, ducharse, cambiarse de ropa, ponerse mascarilla… lo que sea… pero bueno ahí está la norma. Es una operación, sí, pero no es una operación normal, es una operación que el padre debería vivir, es una operación importante en su vida. Y para la madre también es importante, y en la mayoría de los casos que se realiza con anestesia local y no general está despierta y nerviosa.
En el caso de los partos instrumentalizados realmente no encuentro ningún motivo, por más que lo busque. El uso de forceps, ventosas o similares se suele hacer en el mismo paritorio, el mismo que sí que deja entrar al padre si no hacen falta estos instrumentos. Es la misma sala, atestada de personal del hospital, en la que si hacen falta estos instrumentos sacan fuera al padre (que estaba dentro y se le hace salir en ese precioso instante que cambiará su vida para siempre). No lo entiendo.
Durante un parto normal en mi hospital esta es la gente que suele haber: dos matronas, el ginecólogo que está de guardia y se pasea por allí aunque no sea precisa su intervención, al menos una enfermera, un par de médicos de pediatría, el anestesista, el celador que nos va a llevar luego a la sala de recuperación, varios estudiantes (en mi hospital normalmente de enfermería), amén de otra mucha gente que aparece a veces (otros médicos, enfermeros, ….). La sala de partos es un lugar muy concurrido, parece que el que no sabe dónde ir va allí.
En el momento del expulsivo puedes estar tranquilamente con 6 ó 7 personas alrededor, pero, si es instrumentalizado, el padre sobra. La única persona capaz de ayudar moralmente a la parturienta y hacerle sacar fuerzas de cualquier parte no está bien allí. Esa persona que va a convertirse en padre, que tiene el corazón pendiente de un hilo y que está presenciando un momento único de su vida debe salir de la habitación. Su presencia no sólo se intuye innecesaria sino que es una molestia para el resto de personal de la concurrida sala (saquemos al padre, que así cabe más personal médico, sí).
Hasta ahora no estaba pensando demasiado en el parto, llevo la moral bien alta para ese momento y el desconocimiento de primeriza hace que no me lo plantee tan malo como me dicen las malas lenguas ultimamente. «Qué exageradas»- pienso siempre, así es mi bendita ignorancia :D. Pero cosas como esta me descolocan.
Sé que ese día el miedo me va a inundar, y será eso mismo, el miedo, el que haga que todo el proceso resulte peor. El dolor marca físicamente, pero el miedo se clava en el alma y recorre todo el cuerpo. Y la única persona que consigue tranquilizarme en las peores situaciones es mi marido ¡lo necesito a mi lado!
Es una pena, la verdad, en los tiempos que corren mantener un protocolo ya tan desfasado y cerrado.