Ser madre de un niño de 3 años es decidir qué batallas vas a encarar

Lo digo tal y como lo pienso: «ser madre de un niño de 3 años es decidir qué batallas quieres luchar».

Seguramente las que tengáis churumbeles de esta edad ya os estaréis imaginando a qué me refiero. A esta edad es complicado gestionar las emociones de los niños. Hay muchas cosas a lo largo del día que te gustaría cambiar. Quizá quieras enseñarle demasiadas cosas de golpe al niño. Quizá estáis en dos mundos demasiado alejados.

Y llega un momento en el que piensas que no quieres estar todo el día diciendo que así no se hace algo. Que no hay que gritar por la mañana. Que no hay que jugar a la pelota dentro de casa. Que no hay que subirse a la mesita. Que el ordenador no se toca. Que hay que tratar con cuidado a tu hermano. Que no, que no, que no… Todo el día se convierte en una secuencia de advertencias interminable.

Y todas esas advertencias se quedan en nada para tu hijo. Sí, él se ha inmunizado de tantos «no» al cabo del día. Y ya no sirven para nada.

Quizá algunas de esas advertencias son sumamente importantes. Pero quedan disueltas entre nimiedades que no van a ninguna parte. No puede ser igual de importante no subirse a la estantería que no tumbarse en el suelo. No es igual pegar a un hermano que comerse un moco.

Y es entonces cuando te das cuenta de que debes disfrutar más de tus hijos. Y para eso tienes que aprender a priorizar. A darte cuenta de que no puedes luchar todas las batallas de golpe. Y de que debes elegir cuáles son aquellas que son prioritarias y cuáles las puedes dejar pasar un tiempo.

A fin de cuentas, tu hijo no va a seguir comiendo con las manos cuando sea mayor. Tampoco se subirá a la mesita con 10 años… Que sí, que estaría bien que con 3 no lo hiciera. Pero hay que priorizar. Ni tu ni él dais para más ahora mismo. Necesitáis seguir un ritmo, no intentar conseguir todo de golpe. Poco a poco, con paciencia y perseverancia.

Y  la hora de priorizar: primero lo que moleste de algún modo a los demás y aquello que vaya contra su seguridad. Y el resto… ya llegará el momento apropiado. Quizá tarde, o tal vez sea antes de lo que me imagino. Quién sabe. Pero llegará, eso es seguro.

Así que, mientras llega ese momento, aquí estamos, decidiendo qué batallas luchamos. Batallando hasta el final con esas escogidas y haciendo un poco la vista gorda con el resto. Como en todas partes, aquí también hay prioridades.

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