Hay una costumbre popular o algo así que consiste en poner la mano en la tripa de las embarazadas. Debemos tener una especie de imán en la tripa que hace que sea irresistible. Es una fuerza superior que por lo visto los buenos modales de respetar la intimidad de una desconocida no logran controlar.
Cada vez me sorprendo más con esta costumbre. Y no, no me estoy refiriendo a gente cercana: amigas o familiares, que te ponen la mano en la tripa, que en esos casos hasta me gusta y me hace gracia ver la cara que ponen y lo que les ilusiona sentir moverse a esa personita que pronto formará parte también de sus vidas. Me refiero a señoras a las que no conoces de nada o que te acaban de presentar apenas unos segundos antes, y que antes que antes de decirte nada ya tienen la mano puesta en tu tripa, como si fuera el mercado y quieren tocar el género… Y muchas veces encima, si no notan nada porque el peque está durmiendo incluso hacen más presión o mueven un poco a ver si así reacciona.
Pero bueno señora ¿quién le ha dicho que puede sobarme la tripa y molestar a mi peque?
De verdad que no lo entiendo. Eso de la intimidad parece que se pierde cuando te quedas embarazada. Y da igual que estés de 12 semanas o de 30, que en el momento que la señora se entera de que estás embarazada, aunque tu peque sea del tamaño de una pasa, ya tienen que estar tocando a ver si lo notan. Me hace mucha gracias cuando encima ponen la mano en la parte de arriba de la barriga (donde al principio solo hay tripas chafadas, ya que el útero está abajo) e incluso aseguran que se mueve ¡lo que usted diga señora!.
Mi peque ha salido respondón, y, cuando está despierto, arrea una buena patada a cada una de estas señoras. «¡Menuda patada me ha dado!», «sí señora, es que no le gusta que le molesten apretando y moviendo».
Me temo que estas señoras que ahora me tocan la tripa serán las que el día de mañana estirarán del moflete a mi pequeño… en fin, esas señoras que… ya las conocéis.